jueves, 27 de marzo de 2008

GERDA TARO EN GIRONA

Regreso a Madrid muy contento por la acogida que tuve ayer en el Institut d'Estudis Nahmànides, el Patronat Call de Girona y la Càtedra Ferrater Mora de Pensament Contemporani de la Universitat de la capital gerundense. Pronuncié una conferencia sobre la vida y la obra de la fotógrafa alemana de origen judío Gerda Taro. El salón casi se llenó, a pesar del chaparrón que remojó la ciudad a media tarde.

La charla formaba parte del ciclo "Les arts en el judaisme", en el que también han participado y participarán ilustres especialistas como Santiago Palomero, Didier Pasamonik, Cindy Mack (gracias, Cindy por venir anoche), María Josep Balsach y Jörg Zimmerman.
Agradezco a Silvia Planas la invitación (enhorabuena por el ciclo, creo que es un acierto abrir el Institut que diriges a este tipo de actos), y sobre todo: agradezco que mi libro "Gerda Taro, fotógrafa de guerra" forme ya parte de la Biblioteca del Centro.

3 comentarios:

Diego Fernández Magdaleno dijo...

Enhorabuena. Esta mañana he encargado tu libro sobre Gerda Taro.
Abrazos,
Diego

Anónimo dijo...

Las piedras del camino. Duras y frías, hermosas a veces, ambiguas, signicativas. Sordos, mudos testimonios de nuestra imaginería cultural.
Las piedras se nos ofrecen como suelo y hay que pisarlas para desplazarse, pero siempre existe el riesgo de perder el equilibrio caminando sobre ellas. Por ese motivo, me desplazo con cuidado hacia el Museo de Arqueología de Girona, situado en un enorme edificio de piedra, el Monestir de Sant Pere de Galligants, magnífico testimonio del románico catalán, donde se encuentran alojadas más piedras: desde antiguas lascas fabricadas por antecesores de nuestra especie, hasta lápidas visigóticas. El funcionario de la entrada, un hombre maduro y con bigote. Con alianza de oro, pantalones bien planchados, piel muy clara y gesto calmado.

-Buenos días, una entrada, por favor.
-Buenos días. La entrada normal cuesta dos euros con ochenta. ¿Tiene usted algún carné de los que están en esta lista para que pueda hacerle descuento?
-No, no soy ni joven, ni mayor, ni estudiante, ni pertenezco a ningún grupo susceptible de tener descuento.
-Bueno, las cosas han cambiado mucho, ahora vienen personas de 70 años con carné de estudiante. El tiempo en que sólo los jóvenes estudiaban afortunadamente ya pasó.
-Es cierto.
-¿Tiene usted el carné de museos de Girona con el que se le hace el cincuenta por ciento de descuento?
-No, tampoco.
-Aquí está su entrada. ¿Le doy el folleto en español o en catalán?
-Como quiera. Puedo leer en catalán, aunque prefiero que me lo dé en español, para no esforzarme en entenderlo... En realidad me da igual.
-Si quiere que se lo dé en catalán se lo doy...
-Démelo en español, es más cómodo para mí. Entiendo el catalán, pero por desgracia no lo hablo.
-Bueno, todo es ponerse. ¿Le puedo preguntar de dónde es usted? ¿Es de fuera de Cataluña?
-Sí.
-¿De qué lugar?
-De Madrid.
-Vaya, entiendo que no tenga usted la oportunidad de hablar catalán, pero ya me sorprende que esté abierta a la posibilidad de leerlo.
-No me resulta difícil de entender.
-Ya, pero hay muchas personas que se cierran a la posibilidad de entrar en contacto con el catalán.
-Bueno, el idioma, como todas las manifestaciones culturales, es frecuentemente utilizado como instrumento político.
-Tome esta tarjeta. Con ella tendrá un descuento del cincuenta por ciento en los museos que aparecen en esta lista.
-Muchas gracias.

Piedras. Piedras del camino encerradas en urnas. Piedras acompañadas de leyendas, dataciones y títulos. Piedras culturalmente sacralizadas que nos cuentan los caminos por los que anduvo el hombre hasta llegar al día de hoy. Al salir del museo, desciendo por la pujada de Sant Feliu hasta el carrer de Ballesteries. Entro en el bar San Félix. El único de la calle con el rótulo en español.

-Buenos días, quería un café con leche y algo de comer.
-¿Un mini, por ejemplo?
-¿Qué es un mini?
-Un bocadillo pequeño.
-Voy a mirar la carta... ¿Me podría poner una tortilla de atún sin pan, por favor?

Dentro de la barra, la camarera. Extremadamente delgada. Entrada en años. Pelo largo, moreno, recogido en una coleta. Fuera de la barra, un hombre, también muy delgado. La cara picada con viruela, el aspecto descuidado, bigote, quizás trabaja en la construcción. Ambos con aspecto de haber tenido un pasado complicado. Ambos hispanohablantes.

-Si vas a llegar el aeropuerto de Orly entérate bien de dónde sale el avión a Bogotá.
-Sí, porque no se puede confiar en estos de Ryanair y París es grande, lo mismo tengo problemas para ir al otro aeropuerto y como ellos no tienen ninguna consideración con los usuarios...
-Las reglas las ponen ellos, las leyes de los usuarios son las suyas, y luego vete a reclamar.

Hace pocos años la aerolínea de bajo coste irlandesa Ryanair estableció su central en España en el aeropuerto de Girona. Por esta razón, un aeropuerto nacional de segunda se ha convertido en un destino de llegada de vuelos internacionales. Desde allí, autobuses trasladan a los viajeros a Barcelona en una hora, y a Girona en veinte minutos.

-Lo mismo me voy y no vuelvo. O quizás tengo problemas con el pasaporte al volver y me echan del país, no sé. De diez años a esta parte el panorama se ha puesto muy feo por aquí.
-Sí, las cosas han cambiado mucho.

Me termino mi almuerzo y vuelvo a la carga. Primero los Baños Árabes y luego el Museo de Historia de los Judíos. Esta tarde habrá una conferencia en la biblioteca de este último sobre la vida de Gerda Taro, compañera sentimental de Robert Capa, de origen judío y reportera gráfica de guerra como él. Nacida para sobrevivir, para "vivir, ser libre, y buscar la felicidad", como después dirá el conferenciante. Pero su camino se acabó pronto: resultó herida mortalmente en un accidente del camión en que regresaba de fotografiar el bombardeo de Brunete, en Madrid, 1937. Estaba a punto de cumplir veintisiete años. El conferenciante es Fernando Olmeda y la conferencia es la presentación de su último libro. Es periodista y ha trabajado para Telemadrid y Telecinco.

Regreso al bar San Félix para acabar de comer.

-Buenas, vuelvo a terminar de comer.
-Sí, ¿qué te pongo?
-Una ensalada catalana y croquetas.
-¿Y de beber?
-Cerveza.
-Pasa al fondo, estarás más cómoda que en la barra.

El fondo del bar es una salita pequeña con dos ventanas que dan al río Onyar. Tiene patos, gaviotas, basura y poca agua.

Llegan dos hippies y se colocan en la mesa contigua a la mía. Ella, hispanohablante y morena. Él, rubio, hispanohablante y extranjero. Ella tiene unos 28 años, él parece mayor. Ambos llevan el pelo largo, chanclas, camisetas de algodón de color negro y pantalones anchos. Piden dos cafés con leche. Conocen a la camarera, le comentan que hoy se iban a Canarias, pero que han perdido el vuelo. El mostrador de facturación ha cerrado justo antes de llegar su turno y se han quedado en tierra.

-¿Con qué compañía era?
-Ryanair.
-Qué sinvergüenzas. ¿Y no os han cambiado el vuelo?
-No, y no podemos reclamar por haber llegado tarde, según ellos. Ya me dirás qué les costaba cerrar dos minutos más tarde y facturar nuestro equipaje, pero nada. Y no podemos reclamar.

Conversan desenfadadamente mientras toman sus cafés durante unos minutos. Después se quedan en silencio. Tras unos instantes, ella se vuelve hacia mi.

-Perdona que te moleste, ¿te puedo hacer una pregunta?
-Claro.
-Tengo un material que estoy vendiendo, si quieres te lo puedo enseñar, son cosas muy bonitas.
-¿De qué se trata?
-Pues de todo un poco, tengo tobilleras de plata muy bonitas, anillos de coco y de concha, collares... Espera.

Me muestra las tobilleras y los anillos.

-No suelo llevar complementos, pero creo que me voy a quedar con un par de anillos. Son bonitos.
-Ay, ¡qué bien! No sabes lo difícil que me resulta vender por aquí, porque no puedo hacerlo en la calle, así que tengo que andar a escondidas ofreciéndoselo a la gente.
-Quizás deberías probar en algún lugar de playa, más turístico.
-Sí, por eso nos íbamos a Canarias, pero hemos perdido el avión.
-Ya, os he oído comentarlo. Bueno, pues con estos anillos que te voy a comprar estaréis un poco más cerca de compraros los billetes. ¿Os puedo preguntar de dónde sois?
-Sí, yo soy de Zaragoza y él es checo, de Moravia.
-Qué bien. Me gusta mucho la República Checa. Los países del Este de Europa todavía se pueden considerar diferentes, aún no son tan parecidos como los países de Europa Occidental entre sí.
-Sí, bueno, pero eso está cambiando, desde que es miembro de la Unión Europea las cosas se han encarecido mucho, sobre todo en los lugares más turísticos. Como le ha pasado a España. Ya no es lo que era.
-Es una consecuencia inevitable de la llamada globalización. Pero también tiene una parte buena. El ingreso en la Unión Europea les va a traer prosperidad. Igual en España, las cosas se han encarecido demasiado y además estamos endeudados hasta las cejas, pero yo hace quince años no veía tanto coche último modelo comprado a plazos, tanta gente con hipotecón ni tantas vacaciones en Cancún o similar. Hace quince años, yo no veía que la mayoría de la gente pudiera ni endeudarse.
-Es verdad, si hoy vas a Praga vas a ver que está lleno de españoles, pero yo ya no veo la España auténtica que conocí hace años, y todo es muy caro. Por ejemplo, los albergues. Antes una noche te costaba seis o siete euros, y ahora hay sitios en los que no te baja de treinta. Las cosas se nos han puesto muy difíciles.
-Bueno chicos, os voy a dejar, que a las siete hay una conferencia a la que no quiero faltar.
-¿Ah, sí? ¿Y de qué va?
-De Gerda Taro, una reportera gráfica de guerra que...

Llego a la biblioteca del Museo Judío. Se tiene que entrar por el carrer Sant Llorenç, una estrecha cuesta, toda de piedra, tanto los escalones como los arcos que la enmarcan o los edificios que la ciñen. Lo único que no es de piedra es el cielo que la cubre. Esta noche, el cielo es agua. Llueve sobre la piedra. Mucho. Así que miro al suelo, a la conjunción de piedra y agua que resbala en mis botas. Encuentro la puerta pequeña que da acceso a la biblioteca, una fotocopia del cartel que anuncia la conferencia me guía, entro y avanzo por un pequeño corredor que me lleva a un amplio patio con una gran estrella de David de mármol engastada en el suelo de piedra. Después subo unas estrechas escaleras, que me llevan a un piso superior, franqueo unas puertas de cristal y me encuentro frente a un pequeño escritorio.

-Buenas tardes. Venía a la conferencia...
-Sí, pase, por este pasillo, al fondo.
-¿El baño, por favor?
- Aquí, a la derecha.

Entro al baño, orino, me seco la cara y el pelo, y me dirijo a la sala donde me han indicado. Tras unos minutos, el ángel más femenino de todos los que se han aparecido ante mí este día, con pelo moreno, extremadamente liso, cortado en recto a la altura de la mandíbula y con flequillo, los labios rojo pasión, blusa escotada y minifalda, se coloca de cara a los asistentes y presenta la charla en catalán. Detrás de ella, sentado tras una mesa con un flexo apuntándole a la cara, el conferenciante, Fernando Olmeda. Lo miro y lo recuerdo, lo he visto en múltiples ocasiones en algún informativo.

La charla comienza. Lleva una chaqueta de terciopelo negro. Su pelo también es negro. Corto pero no demasiado. La frente despejada. Lleva un anillo plateado, moderno, en el dedo anular de la mano derecha. Y otro, este también plateado pero más claro, en el dedo corazón de la mano izquierda. Usa gafas, de discreta montura de aluminio. Su voz, profunda. Sobre la mesa, un montón de folios que ojea de vez en cuando y pasa antes de que sea posible que los haya leído al completo. A veces tartamudea levemente. Nunca hubiera pensado que una audiencia de quince personas podría intimidar a todo un periodista, de los que aparecen en Telemadrid y en Telecinco. Se percibe un gran respeto por la audencia y una gran pasión por el objeto de su investigación, por el tema de su libro, Gerda Taro.

De nuevo en el carrer Sant Llorenç, esta vez de regreso. Regreso entre piedra y agua, a la piedra y al agua. El elemento quintaesencial del taoísmo, el agua, me recuerda las palabras de Lao Tse: "El agua todo lo favorece y a nada combate. Se mantiene en los lugares que más desprecia el hombre y, así, está muy cerca del Tao. Su trabajo es perfecto. Su acción es oportuna. Y no combatiendo con nadie, nada se le reprocha".

Fernando Olmeda dijo...

Agradezco de todo corazón este maravilloso comentario. Anónim@ amig@, me fascina tu sensibilidad y tu precisión descriptiva. Lo de menos, aquel precioso día, fue mi conferencia. Sosiego, reflexión, observación de la fluidez de la vida. No sé, me ha encantado.