Incontestable victoria de Rafa Nadal sobre Robin Söderling en la final de Roland Garros. El tenista mallorquín ha sido claramente superior a su rival, inferior tanto física como psicológicamente. Su expresión corporal -por ejemplo, en los descansos entre juego y juego- mostraba con claridad la diferencia entre ambos. Seguro y confiado el español; abatido y sobrepasado, el sueco.
Ha habido un par de instantes de gran carga simbólica, perfectamente recogidos por los responsables de la retransmisión. El primero, al lograr el último punto, cuando se ha tirado al suelo y ha permanecido unos segundos sobre la tierra batida, probablemente pensando en los malos momentos de su carrera en los últimos tiempos -incluida derrota en París el año pasado-.
Instantes después, ha liberado la adrenalina llorando sobre la toalla unos segundos. También había una cámara registrando en primer plano el momento. Había mucha tensión acumulada, mucha necesidad de demostrar su superioridad en tierra batida. Y luego, la interpretación del himno nacional -con las imágenes de la bandera española y de Nadal combinadas y ralentizadas- y las palabras del tenista al final, y el momento en que ha mordido la "copa de los mosqueteros".
Las repeticiones "super slow-motion" -hemos visto con detalle cómo actúa el tobillo y sus articulaciones en el momento del saque- y la cámara "spider" -colocada por encima de la pista, utilizada también en otros eventos deportivos- proporcionan a las retransmisiones de tenis una plasticidad nueva, que enriquece la belleza de este deporte en el que Nadal, de nuevo, es el número 1 del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario