Del homenaje que Portugal tributó ayer a José Saramago, me llaman la atención dos fotografías que reflejan dos emotivos momentos del primer domingo sin el autor de "Ensayo sobre la ceguera" y otras obras maestras de la literatura. Una de ellas capta la mirada de Pilar del Río hacia el cuerpo sin vida de su amado esposo. Está firmada por Reuters y expresa con precisión lo que, en ese momento, debe pasar por la cabeza de la desconsolada viuda.
La segunda -versionada por diferentes reporteros gráficos- recoge el momento en que cientos de personas elevan los libros del escritor al cielo lisboeta, probablemente en señal de agradecimiento, y quizá también con el deseo de reivindicar su obra.
Libros dirigidos al cielo. No creo que Saramago quisiera estar allí, en ese cielo católico que nos enseñaron, pero vale como metáfora. Al menos su obra queda, aquí en la tierra.
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