Me sobrecogió el atentado de Legutiano hace unos días, y hoy me ha impresionado el acto institucional organizado por el Gobierno vasco en homenaje a las víctimas del terrorismo. Muy emotiva ha sido la intervención de Leoncio Saínz, un guardia civil que resultó herido en un atentado en 1984. Precisamente en esa época, principios de los años 80, ambienté mi novela "Contraseñas íntimas", cuyo protagonista en precisamente un guardia civil destinado en un pueblo de Salamanca después de haber prestado servicio en "el Norte", como se decía entonces. Mi personaje, Buenaventura Polo, había hecho méritos para poder regresar a su tierra de origen, como deseaba Juan Manuel Piñuel, asesinado en Legutiano.
Estos días he recordado la fase de documentación de la novela, mis conversaciones con agentes de la Benemérita, que me explicaron la dureza de su trabajo en aquellos "años de plomo",los sinsabores de una profesión mal pagada y no suficientemente valorada por la sociedad.
Recuerdo especialmente la conversación que mantuve con el padre de un joven guardia acribillado a balazos por etarras que luego le remataron cuando agonizaba en el suelo. Habían pasado veinticinco años, pero aquel hombre acumulaba tanta tristeza que daba la impresión de que su hijo había muerto unos días antes.
Pienso en la viuda de Juan Manuel Piñuel. Una mujer más en la larga lista de seres humanos destrozados por la salvaje y cruel arbitrariedad de los pistoleros de ETA.
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