miércoles, 5 de diciembre de 2007

ELVIRA LINDO, ACERTADÍSIMA

He leído esta mañana la columna de Elvira Lindo en EL PAÍS, y creo que vuelve a acertar de lleno. La verdad es que Elvira, Maruja Torres y Rosa Montero están dando en la diana, conectando con una gran masa de ciudadanos que asistimos atónitos a los acontecimientos que conforman la realidad. Por ejemplo, anoche en la concentración de Madrid. Esos dos minutos de silencio en recuerdo del guardia asesinado por ETA tuvieron un enorme valor: por sí mismos, y por contraste con el ruido hiriente que escuchamos antes y después. Frente a la sobreabundancia de palabras que no dicen nada, merecemos todos un poco de silencio.
He aquí un par de fragmentos de la columna, titulada "Silencio", que puede leerse íntegramente en www.elpais.com:

Silencio. Es lo menos que se puede ofrecer a un muchacho asesinado y a otro que, mientras escribo, se resiste a dejar este mundo. Silencio. Es lo menos que se merecen los pobres padres de las dos víctimas, perdidos ya para siempre, como están, en el universo de los que ya no tendrán en la vida una felicidad limpia de melancolía. Silencio es...
(...)
Era lo mínimo que se les pedía a los ciudadanos que se agruparon en torno a la concentración madrileña para honrar a los dos guardias civiles. Unos minutos, un tiempo muy breve que se podía y debía perder, un gesto de contención solemne que mantuviera las bocas cerradas y dejara a un lado la ira política; unos minutos en los que no se patrimonializara el dolor, porque el dolor en estos casos sólo tiene dos intensidades, el de la familia, que es inconsolable, y el del resto, que debiera saber manifestarse sin aspavientos ridículos ni agresividad. Pero hay una parte del país que parece haber perdido la noción de lo que es fundamental, la vida, y de lo que es accesorio, lo demás. Y es insoportable convivir con esa falta de humanidad.

1 comentario:

Alfonso Saborido dijo...

Me encanta Elvira Lindo. Tengo una anécdota curiosísima, que me pasó, porque yo no sabía entonces una cosa. Un día fui a comprar un libro que tenía interés en leer, 'Ardor Guerrero' de Antonio Muñoz Molina, y aproveché, y le compré a mi hermana, el último de Manolito Gafotas.
En casa, con los dos libros en la mano, me di cuenta de que le había comprado los libros a un matrimonio, y sin saberlo. Qué claridad al explicar las cosas en este artículo.