Los medios nacionales (y latinoamericanos) ponen estos días el foco sobre la agresión de un joven a una inmigrante en el metro de Barcelona. Entre otras cosas porque se ha difundido el vídeo grabado por una cámara de seguridad. Y eso hace mucho. Un video así es, sobre todo, útil: sirve para atraer espectadores e internautas, para menearlo, trocearlo, compartirlo, subirlo, bajarlo y todas esas cosas que se hacen con la realidad. Con la vida.
Pero los medios se han olvidado estos días del municipio valenciano de Benicull del Xúquer, un pueblo deshecho y de luto por la muerte de un joven -tras siete días de agonía- a causa de las heridas sufridas al ser golpeado por un individuo que a su vez acosaba a una joven a quien la víctima intentó defender. En un pleno extraordinario, el ayuntamiento acordó solicitar al Ministerio Fiscal que actúe sobre el autor -en libertad con cargos- con todo el peso de la ley. No se entiende allí que el responsable siga en libertad... mientras ya se ha ordenado la detención del descerebrado racista de Barcelona -aunque él diga que "estaba borracho, neng"-.
Del sucesos de Benicull no hubo imágenes. Así que se ha informado a toro pasado, y sólo cuando el entierro ha proporcionado imágenes (la habitual parafernalia de ataúd, flores y muchas lágrimas en el "último adiós", lo de siempre) la noticia ha adquirido una cierta presencia en los medios nacionales.
Del valiente joven de Valencia pocos se han ocupado de verdad. Menos, incluso, que del cobarde de Barcelona (me refiero ahora al que no hizo nada para evitar la agresión del "neng").
La muerte de Daniel Oliver, una noticia de segunda categoría... salvo para los vecinos de Benicull, que hoy le han enterrado.
Puedes leer la información en:
http://www.levante-emv.com
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