miércoles, 24 de octubre de 2007

PONERSE EN SU PIEL

Entré en un vagón medio vacío del Metro y vi a un joven con aspecto agresivo mirando fijamente a una joven latinoamericana, muerta de miedo, por cierto, aunque trataba de disimular como podía.
Cerré los ojos y traté de ponerme en la piel de la joven agredida en el metro de Barcelona... y en la piel de ese viajero que permaneció impasible y luego no auxilió a la víctima. Abrí los ojos y los dos se habían bajado.
Hice trasbordo y en el vagón del nuevo convoy me senté al lado de una pareja de novios que analizaba ciertos detalles de su futura boda(que si el repertorio musical, que si coro, que si orquesta, que si es mucho o poco el precio de 200 euros por músico). Cerré los ojos y traté de ponerme en la piel de la joven de León, embarazada con once años (hoy dice la televisión que ha mantenido relaciones sexuales con otro menor, familiar). O de la chica de Sevilla que quiere donar parte de su hígado a su niña enferma. Abrí los ojos cuando la pareja se levantó.
Volví a cerrarlos -tranquilo porque sabía que llegaría a tiempo a mi cita-, y traté de ponerme en la piel de los viajeros que usan las cercanías en Barcelona. Por un momento me hizo gracia la imagen de Lewis Hamilton al volante de uno de esos trenes
-una viñeta publicada estos días-, pero juro que fue sólo un instante.
No es momento de coñas. La vida es mucho más dura de lo que nos parece.

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