Lo más impresionante de este jueves no ha sido una imagen. Ha sido un sonido: el dramático relato del patrón del pesquero español "Tiburón III" que rescató a un superviviente en un cayuco frente a Cabo Verde. En la embarcación también encontró... siete cuerpos sin vida.
"La situación era dantesca, vimos a una persona que levantaba la mano y siete cadáveres" (...) "Es difícil describir el hedor alrededor del cayuco, era impresionante".
No hemos visto su cara, pero la voz de José María Abreu, absolutamente conmovido, llegaba al corazón. No hacía falta más descripción. No hacía falta imagen.
El superviviente le contó que había otras cincuenta personas más, cuyos cuerpos fue tirando por la borda cuando moría, etc, etc.
A veces, determinadas noticias que son valoradas por los periodistas de mesa como pura rutina estremecen hasta el tuétano cuando algo nos acerca a la verdad de los hechos. En este caso, un relato sincero, directo, emocionado.
Sería deseable que lo tuviesen en cuenta los editores y presentadores de televisión que leen noticias sobre cayucos con el mismo tono que la anterior y la siguiente información; que reducen este drama humano a imágenes de treinta segundos porque no suelen dar audiencia; que deciden prescindir de noticias como ésta cuando van largos de tiempo. Total, qué más da, son subsaharianos.
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