Extraordinario reportaje de Jon Sistiaga, esta noche en Cuatro. Cámara en mano, ha reportajeado el día a día de una unidad de caballería del ejército norteamericano en Irak. Es difícil hacer periodismo en aquel país: los insurgentes no quieren periodistas occidentales y Al-Qaeda los asesina, así que, o te quedas en el hotel, o te "empotras" con las tropas de los EEUU, aceptando sus condiciones y reglas. Así ha trabajado durante diez días, y, como demostró durante la invasión de 2003 -cuando informó para Telecinco desde el lado iraquí- ha vuelto a dar una lección de reporterismo para televisión.
A Jon le van las grandes historias, no las medianas. Con los ojos bien abiertos -la cámara siempre funcionando-, y tan conocedor del terreno como atrevido al pisarlo, nos ha mostrado lo que nunca vemos en los informativos de televisión, que sólo muestran las explosiones que graban los insurgentes y cuelgan en Internet, o sus sangrientas consecuencias. Detrás hay muchas historias de vida y muerte, una vida cotidiana terrible para todos los que viven en Iraq. Porque todos se juegan la vida en una lotería caprichosa. Con un vibrante relato en primera persona, nos cuenta el miedo que se pasa yendo con los americanos, porque "te conviertes en diana, pero a la vez tu vida está en las manos de los soldados a los que acompañas". Sabe sacar partido de las situaciones que presencia -con stands-up (intervenciones a cámara) en las situaciones que lo requieren, breves conversaciones con civiles o policías iraquíes, etc.- y muestra la tensión diaria en los momentos clave del reportaje (el recorrido a bordo del vehículo militar, el encuentro con el informador iraquí) intercalando su trabajo con imágenes de propaganda de la insurgencia o de Al-Qaeda, que acentúan y resaltan esa tensión.
Nos enseña también, desde el aire, el perfil de una ciudad triste, "una ciudad que ha perdido su alma". No vemos el hotel Palestina. Demasiada tristeza. Demasiados muertos, civiles y militares.
Su mirada es crítica hacia EEUU. Su virtud es ser crítico sin molestar. Sólo preguntando. Con sus silencios, o sus respuestas estándar, muchos de los entrevistados admiten el sinsentido de su presencia allí. Sabe jugar sus cartas de periodista curtido y nos desvela con habilidad las contradicciones de los militares, que no se enteran (los más jóvenes) o lo toleran (los mandos). Logra Jon, incluso, que el teniente coronel Coffey se sincere y hable de la "chapucera planificación de la posguerra" y de la necesidad de salir de Irak lo antes posible, aunque costará muchas vidas de civiles. Sabe quedar bien con ellos, especialmente con los hispanos. Jon se pregunta, sin ambages ni eufemismos, qué hacen los norteamericanos en Iraq.
Muy interesantes, también, las conversaciones con los soldados en el campamento, donde vemos que hay Burger King y Pizza Hut (lo que Jon llama "privatización de la guerra"). "¿Cómo suena la música de la guerra?", pregunta. "Música de locos. Es como esas canciones donde no entiendes la letra y sólo escuchas gritos", contesta el soldado. "Yo digo que vamos ganando nosotros", responde otro.
El título del reportaje lo dice todo: "Sargento, ¿a qué estamos diaparando?". He vuelto a ver en acción a ese Jon que se sentaba dos mesas más allá (cuando estaba en la redacción, claro). Enhorabuena.
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