Me impresionó ayer el 11-D de Argel, la matanza reivindicada por la rama magrebí de Al-Qaeda. También impresionan las explosiones de hoy en Líbano e Iraq. El terror no parece tener fin. Casi nada consuela. Casi nada aporta una mínima esperanza de paz. ¿Qué queda entonces?.
Nunca olvidaré la matanza del mercado de Sarajevo, en agosto de 1995. Ahora, la justicia internacional cierra aquel sangriento capítulo del horror de los Balcanes. El Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia ha condenado al general serbobosnio Dragomir Milosevic a 33 años de cárcel por, entre otros crímenes, el asedio a la ciudad de Sarajevo durante la guerra de Bosnia (1992-1995). Durante 15 meses, el cuerpo de Romanija del Ejército serbobosnio (Milosevic era comandante) llevó a cabo una campaña de asedio que tuvo como consecuencia numerosos civiles muertos y heridos. Sobre el "cerco de Sarajevo" y sobre el trabajo de los reporteros en aquel infausto episodio bélico -que tuvo como escenario el corazón de Europa- escribí en mi libro "Gerda Taro, fotógrafa de guerra. El periodismo como testigo de la historia".
Milosevic decidía sobre cuestiones como el abastecimiento de munición, la colocación de morteros y la ubicación de los francotiradores, y planeó y ordenó graves violaciones sistemáticas de las leyes humanitarias internacionales. Su antecesor, el general Stanislav Galic, fue sentenciado el año pasado en apelación a cadena perpetua por los mismos crímenes, decisión que sustituyó la pena inicial de 20 años de cárcel.
Los crímenes por los que ha sido condenado Milosevic incluyen el ataque al mercado de Sarajevo en agosto de 1995 en el que perecieron 34 civiles y otros 78 resultaron heridos, y que los jueces del TPIY han calificado como "el más horrendo".
Otro canalla criminal de guerra que pasará el resto de su vida en prisión.
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