Entrevista de Josefina del Álamo a José María Aznar en ABC. Primero, la introducción, que no tiene desperdicio:
Lo tengo delante de mí, lo miro y, sin lanzarle todavía la primera pregunta, sé de antemano que sus respuestas provocarán ampollas. Con independencia de lo que diga, sus muchos entregados se sentirán satisfechos y reconfortados. Pero los otros, la otra mayoría, removerán sus reproches, interpretarán sus palabras y, si no encuentran argumentos nuevos, volverán a agitar como siempre las banderas del Prestige, Irak y el 11-M. ¿Cómo habrá logrado este hombre concitar tantos odios?
La verdad es que resulta poco accesible y aparentemente frío. —Sólo hay que recordarlo en medio de su atentado, saliendo de aquel coche destruido con la mirada al frente, sin demudar el color—; y que no siempre ve lo que tiene delante; y que siendo sinceros, el boca a boca de la prensa ha extendido que la simpatía no está entre sus virtudes manifiestas. Pero como decía un comentarista: «Oye, yo no elijo a un Presidente del gobierno para que me sonría; sino para que me garantice un buen futuro». Y después de todo, la imagen sobresaliente de José María Aznar es aquella, en alguna intervención en el Congreso, cuando sin sonreír desplegaba autoridad y firmeza.
Pero además, para muchos es el mejor jefe de gobierno que ha tenido la democracia española; el que enmendó la economía, rebajó los impuestos y remontó el paro. Para los otros, es el que sin justificación le arrebató el poder al partido socialista, pretendió disponer del curso de los ríos o reformar las reformas anteriores; el que nos involucró en las Azores y, encima, se atrevió a tratar casi de igual a igual —pies sobre la mesa incluidos— al jefe del imperio... de esos también odiados norteamericanos. Hasta ahí podíamos llegar. Y haga lo que haga, y diga lo que diga, sus hechos y sus respuestas vendrán siempre a espolear esas dos posturas antagónicas. De modo que aquí está con sus afirmaciones, su seguridad, sus errores y sus aciertos. De modo que, remedando a Pirandello, y sin otra solución: «Así es, si así os parece».
Y ahora, extracto de lo dicho por el expresidente del Gobierno, en este "marco incomparablemente favorable":
—En septiembre de 2003 yo entregué todas las responsabilidades del partido a Mariano Rajoy y desde entonces no he vuelto a intervenir jamás; ni siquiera en una reunión del partido. ¡Hombre! Por supuesto ni me corto el cuello ni me corto la lengua. —Se ríe con ganas—. Esa es la verdad. Lo que intento es ser cuidadoso con mis opiniones, sobre todo ahora, cuando el debate político en España no es precisamente de altura, sino de bajura... Debate en el que no quiero participar.
—Cuando Churchill, después de ganar la Segunda Guerra Mundial, perdió las elecciones, dijo: «Todas las grandes naciones son ingratas». Ese es un consuelo muy inteligente y probablemente cierto... Y yo le aseguro que no he sentido ninguna ingratitud. Lo que siento personalmente es mucho agradecimiento. Me han dado la oportunidad de ser Presidente de España. Me he retirado voluntariamente, no me ha retirado nadie. Y sé que durante estos últimos años he sido objeto de una persecución y de una cacería, como no lo ha sido nadie en España. Mi amigo Vargas Llosa me dijo que era inconcebible. Pero aquí estoy. Y estoy muy bien.
De nuevo, la entrevistadora:
Y al mirarlo, no lo dudas. Te dice que ha sido objeto de una cacería y que es consciente del odio que despierta, como si hablara del pronóstico del tiempo para el fin de semana. Y tienes la seguridad de que la falta de afectación es absolutamente cierta. Y entiendes entonces que ser un político nato o llevarlo en la sangre, como afirma, significa precisamente que la sangre no se le altera como al resto de la humanidad. Y que se nace político o sólo puedes aspirar a ser un simple sucedáneo.
Sigue Aznar:
-Si sintiera añoranza, volvería... (...) No. !Hombre!, lo que no me van a quitar nunca es que yo lleve la política en la sangre ¿no? Y en la cabeza... Y que me guste... Y que pueda opinar sobre ella, aunque mis opiniones despierten esas reacciones. Yo fui un gobernante que quiso cambiar las cosas. Y eso evidentemente provoca olas a favor y alguna marea en contra. Pero sinceramente, no tengo ninguna voluntad de volver a la vida política.
—Yo no se si he contado alguna vez, pero se lo digo ahora, que un político europeo me dijo: «Nosotros mirábamos con mucha atención lo que pasaba en España. Y dudábamos si esta ambición era cosa de Aznar o era cosa del país. Y ahora, después de lo que ha pasado, después de los cambios que se han producido en España, ya sabemos que era cosa tuya».
La periodista:
Y había que verlo ayer en unos grandes almacenes. Gratificado y feliz: Para todos tenía una sonrisa. Con cada apretón de manos, una pregunta, un interés. A los jóvenes: qué estudian, en qué trabajan, cómo ven su futuro; a los mayores por sus familias; y a quienes le sugerían tímidamente : «Usted no se acordará de mí... pero nos conocimos en...», la respuesta reconfortante «!Hombre! claro que sí... ¿Y cómo estás?» Y todos abandonaban la cola con su libro, su recuerdo y su cara de alegría. Sin embargo, un poco más allá, en la cafetería, el contraste. Una señora mayor, probablemente alguna empleada de la zona, le comentaba irritada al camarero: «!Pero bueno! ¿para qué tanto jaleo?... Si este ya no es presidente, ni es nada». Otra vez las dos posturas antagónicas.
Aznar:
-Yo tengo una actividad muy intensa fuera de España, por una razón: porque me tengo que ganar la vida. —Y otra vez, su carcajada—. Bueno esa es una cuestión económica, pero también trabajo mucho, porque me gusta trabajar. Es agotador a veces, desde luego. Por eso hay que combinar distintas actividades: la enseñanza, las conferencias, la participación en distintos grupos... La verdad es que cruzo demasiado a menudo el Atlántico.
-Dejar de ser presidente voluntariamente a los 51 años, claro que cuesta. Aunque supongo que si lo dejas porque pierdes las elecciones, y no por propia voluntad, todavía cuesta más... Pero te tienes que acostumbrar. El problema está en que si tú has asumido esa decisión, debes aceptarla. Yo no me retiré de la política para decir al cabo de un año: ahora vuelvo. Lo hice para emprender una nueva vida. Y por lo tanto dedico todos mis esfuerzos a esa vida. Lo cual no quiere decir que no haya dificultad y que te puedas despojar totalmente de lo que has sido. Porque siempre sigues siendo lo que has sido. Y tus opiniones todavía cuentan y valen, y son pedidas, o son rechazadas. Pero hay que tomarlo con normalidad. Y si tienes unos principios y la casa en orden, eso ayuda; pero si uno no concibe otra vida más que estar en el ejercicio político, entonces lo pasa muy mal.
2 comentarios:
Irak, Prestige y 11M . No necesita que nadie agite banderas ni le saquen el tema cuando no haya argumentos. No hace falta. Ya los lleva tatuado en su cuerpo como los legionarios 'Amor de madre'
es lo que se llama ceguera mental.
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