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"La ceremonia oficiada en el cuartelillo de Montemayor fue sencilla, pero tuvo una enorme carga emotiva. En el patio entre los dos edificios del puesto —el que alojaba los pabellones de cargo para el comandante y los veteranos, y el destinado a solteros y oficinas—, se habilitó un pequeño altar y se prepararon sillas para los asistentes: compañeros de puestos cercanos, como Aldeadávila, Fermoselle, Villarino de los Aires o Barruecopardo, motoristas del Subsector de Tráfico, miembros de la patrulla fiscal con sede en Vitigudino —encargada de la inspección de alcoholes y gasóleos y del cobro de impuestos especiales—, y en lugar preferente, los padres del fallecido, acompañados de otros familiares y vecinos. El párroco destacó en su homilía las virtudes del guardia asesinado y el espíritu de entrega permanente del Cuerpo, «infatigable cumplidor de su obligación de velar por el orden y la paz, sin esperar nada a cambio». Insistió en el amor a la justicia y a España de esos miles de hombres diseminados por toda la geografía y habitualmente lejos de su tierra, y resaltó el sacrificio de sus familias que comparten alegrías y tristezas cotidianas con ellos. A Buenaventura se le puso un nudo en la garganta cuando el comandante de puesto, en su alocución, dijo que la Guardia Civil es consciente de que se hace camino al andar, «sabedora de su arriesgado papel de vanguardia en la lucha contra el enemigo frío y despiadado del terrorismo». Ramírez arrancó en varias ocasiones las lágrimas de los presentes, especialmente cuando terminó diciendo que «el mayor honor es morir por la Patria», y que «la muerte no es el final». Las lágrimas se fundieron con calurosos aplausos cuando, por encargo expreso del general director José Luis Aramburu Topete, entregó una placa de recuerdo a los padres del agente, que a duras penas resistieron la emoción, con sus cuerpos desmadejados sobre los asientos y sus almas deshechas para siempre por el dolor".
4 comentarios:
ya ves, Fernando, 27 años después la historia se repite.
Pensábamos que ya estaba terminada esa cruel sangría de asesinatos de servidores de la patria, pero la muerte de este guardia (su compañero está crítico) nos ha devuelto a la cruda realidad.
Realmente conmovedor tu artículo, apreciado Fenando.
Realmente son momentos dolorosos y solo queda esperar que esa muerte, y la previsible de nuestro compañero herido, sean las últimas que se produzcan.
Tanto dolor y tanto castigo por haber cometido el "Delito" de proteger el libre ejercicio de los Derechos y Libertades de los españoles.
Un abrazo, Fernando, y gracias por tus palabras.
leí tu libro y me encantó. Reflejas muy bien el ambiente del Cuerpo en aquellos años de plomo. Nunca olvidaré a mis compañeros caídos.
Firmado: Un guardia triste.
Esta reseña ha sido recogida por www.forodelguardiacivil.com
Gracias.
Un saludo para el Cuerpo.
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