Los restos del guardia civil Raúl Centeno, asesinado ayer en el sur de Francia por ETA, han sido incinerados hoy en el cementerio madrileño de La Almudena, después de un funeral celebrado en la Dirección General de la Guardia Civil y presidido por los Reyes y los Príncipes de Asturias. La marcha fúnebre recibió en la Dirección General de la Guardia Civil al féretro, trasladado a hombros de guardias civiles, vestidos con su uniforme de gala, hasta el centro del patio del cuartel, donde el Vicario General Castrense ha oficiado el funeral. Después de entonarse "La muerte no es el final", el Rey ha impuesto al agente fallecido la Cruz al Mérito de la Guardia Civil con distintivo Rojo, así como la Medalla de Oro de la Policía Nacional. Una bandera de España, junto a un tricornio y las dos condecoraciones han sido entregadas a los padres, el hermano y la novia de Raúl Centeno mientras lloraban de forma desconsolada. Después se ha entonado el himno del Instituto Armado y ha sonado el himno nacional.
A continuación, transcribo un fragmento de mi novela "Contraseñas íntimas". Un guardia civil natural del pueblo donde transcurre la acción ha sido asesinado por ETA. El 12 de octubre de 1980, se le rinde homenaje en el cuartelillo. Basado en hechos reales.
"La ceremonia oficiada en el cuartelillo de Montemayor fue sencilla, pero tuvo una enorme carga emotiva. En el patio entre los dos edificios del puesto —el que alojaba los pabellones de cargo para el comandante y los veteranos, y el destinado a solteros y oficinas—, se habilitó un pequeño altar y se prepararon sillas para los asistentes: compañeros de puestos cercanos, como Aldeadávila, Fermoselle, Villarino de los Aires o Barruecopardo, motoristas del Subsector de Tráfico, miembros de la patrulla fiscal con sede en Vitigudino —encargada de la inspección de alcoholes y gasóleos y del cobro de impuestos especiales—, y en lugar preferente, los padres del fallecido, acompañados de otros familiares y vecinos. El párroco destacó en su homilía las virtudes del guardia asesinado y el espíritu de entrega permanente del Cuerpo, «infatigable cumplidor de su obligación de velar por el orden y la paz, sin esperar nada a cambio». Insistió en el amor a la justicia y a España de esos miles de hombres diseminados por toda la geografía y habitualmente lejos de su tierra, y resaltó el sacrificio de sus familias que comparten alegrías y tristezas cotidianas con ellos. A Buenaventura se le puso un nudo en la garganta cuando el comandante de puesto, en su alocución, dijo que la Guardia Civil es consciente de que se hace camino al andar, «sabedora de su arriesgado papel de vanguardia en la lucha contra el enemigo frío y despiadado del terrorismo». Ramírez arrancó en varias ocasiones las lágrimas de los presentes, especialmente cuando terminó diciendo que «el mayor honor es morir por la Patria», y que «la muerte no es el final». Las lágrimas se fundieron con calurosos aplausos cuando, por encargo expreso del general director José Luis Aramburu Topete, entregó una placa de recuerdo a los padres del agente, que a duras penas resistieron la emoción, con sus cuerpos desmadejados sobre los asientos y sus almas deshechas para siempre por el dolor".
4 comentarios:
ya ves, Fernando, 27 años después la historia se repite.
Pensábamos que ya estaba terminada esa cruel sangría de asesinatos de servidores de la patria, pero la muerte de este guardia (su compañero está crítico) nos ha devuelto a la cruda realidad.
Realmente conmovedor tu artículo, apreciado Fenando.
Realmente son momentos dolorosos y solo queda esperar que esa muerte, y la previsible de nuestro compañero herido, sean las últimas que se produzcan.
Tanto dolor y tanto castigo por haber cometido el "Delito" de proteger el libre ejercicio de los Derechos y Libertades de los españoles.
Un abrazo, Fernando, y gracias por tus palabras.
leí tu libro y me encantó. Reflejas muy bien el ambiente del Cuerpo en aquellos años de plomo. Nunca olvidaré a mis compañeros caídos.
Firmado: Un guardia triste.
Esta reseña ha sido recogida por www.forodelguardiacivil.com
Gracias.
Un saludo para el Cuerpo.
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