Sin necesidad de altavoces ni amplificador ni nada. A pelo, como Dios manda. En uno de los convoyes de la línea 10 del Metro, que no lleva vagones separados sino que es uno solo, retumban las melodías clásicas tipo Glen Miller. Contrabajo, dos saxos, un tambor, algún instrumento más... Inundan de ritmo el tren, sonríen para atraer la atención, pero no les gustan las fotos que hacen los viajeros con los móviles.
Suena "próxima estación, Alonso Martínez", el tren va saliendo del túnel, siguen tocando, parecería que no van a poder redondear la canción... y de pronto, esa extraordinaria habilidad de los músicos, que acompasan la última nota al frenazo que detiene el tren y a la apertura inmediata de puertas. Y entonces, sólo ruido de pasos apresurados. Lo clavan.
Antes, el más joven de ellos ha pasado el monedero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario