"Pasaba por aquí, y me hicieron ministro". Los senderos de la política son inextricables, y en cualquier momento las razones estéticas, tácticas y otras muchas que podríamos desgranar con más tiempo y más espacio colocan a una ciudadano corriente y moliente en el Palacio de la Moncloa, como privilegiado ocupante de un sillón del Consejo de Ministros y protagonizando la historia, algo reservado en exclusiva durante décadas a los próceres de la patria.
Que se lo digan, si no, a Ángeles González-Sinde. De guionista de cine ("Mentiras y gordas" es de lo último que ha hecho, casualidades de la vida) a Ministra de Cultura, con la Academia de Cine como útil trampolín. Una guionista "titiritera" (en expresión de la derecha carca) protagoniza una historia de Cenicienta que la catapulta a un despacho, desde el que se maneja de modo directo o indirecto la vida y el destino de miles y miles de creadores, de artistas...
Ha habido otras elecciones de este cariz: la de Bernat Soria tuvo muy buena prensa. Le recibieron "con palmas" -como dijo en el acto de su relevo por Trinidad Jiménez- pero el suplicio llegó después. Entonces, el científico bienintencionado que no había salido de su hábitat-laboratorio comenzó a conocer la hiel de la política. Una actividad profesionalizada que se desarrolla en una selva llena de esos carteles con dos tibias y una calavera que solemos ver en las torres de alta tensión. Atento al camino, amigo Ángel Gabilondo.
"Una de las nuestras, Ministra", habrán pensado los guionistas al conocer la designación de González-Sinde. ¿Y la sociedad en su conjunto? En el fondo, elegir a gente corriente y moliente para altas responsabilidades en la vida pública es una apuesta que debe ser valorada positivamente -como invitación a la participación activa en los asuntos comunes, en la res publica-, aunque es, evidentemente, arriesgada ("zapatero a tus zapatos", suele decirse, y no me refiero al Presidente). En el fondo no lo veo mal del todo, salvo si a un Presidente, argumentando lo que argumentó Zapatero (ahora sí) se le ocurre componer un Gobierno a base de Plácido Domingo, Miguel Indurain, Santiago Calatrava, Fernando Grande-Marlaska, Luis Rojas Marcos... Bueno, no lo veo tan extraño en este momento, visto cómo están de apuradas las filas socialistas.
El problema de la decisión es el destinatario, la ciudadanía: España es muy envidiosa. Por eso con frecuencia no funciona.
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