No he dejado de pensar durante toda la tarde en Isaías Carrasco y en su triste destino. En esos segundos que han transcurrido desde que le han descerrajado cinco tiros cuando estaba en el interior de su coche hasta que se ha desplomado sobre el asfalto. ¿Qué habrá pasado por su cabeza?. ¿En qué pensaba cuando ha entrado al coche? ¿Cuántos anhelos, cuántos sueños se quedan sin cumplir? Tampoco he dejado de pensar en su esposa. ¿Qué sentirá, qué pensará ahora mismo, con su marido muerto? ¿Y sus hijas mayores? ¿Y su hijo pequeño? Cuatro años tiene el chaval.
Isaías era un trabajador que expedía recibos y pasaba tarjetas de crédito en el peaje de una autopista. Había sido concejal y había integrado una lista en las últimas municipales. Ahora mismo, no tenía actividad política ni responsabilidad orgánica en el PSE. Era... un trabajador.
¿Y los etarras qque han cometido este vil asesinato? ¿Qué estarán haciendo ahora mismo? ¿Dormirán, acaso, con la conciencia tranquila?. No. No tienen conciencia.
Rescato una acertada reflexión de Manu Marlasca en su blog (ver enlace a la derecha):
Mondragón es un territorio plagado de chivatos de ETA, de esa gentuza que avisa cuando un concejal se queda sin escolta o de dónde están las viviendas de los policías o los guardias civiles que viven allí. Isaías ha sido víctima de los matarifes de ETA y de sus chivatos. Y esos no suelen acabar entre rejas.
Disparar contra Isaías es disparar contra todos nosotros. Pero somos muchos. Nosotros también disparamos. Votos.
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