Remontada épica, enésima hazaña, más coraje que fútbol... En fin, todo eso es cierto, pero lo más cierto es que lo que valen son los títulos. Y ahí está, para quienes dudaran de que, al final, son los equipos grandes los que saben estar a la altura de las circunstancias. Desde luego, si hablamos de esencias, poco fútbol nos ha regalado el equipo. Y no olvidemos la eliminación de Champions y de Copa. Fiel al estilo de la temporada, tampoco anoche acertaron. Sin embargo, en el fútbol hay otros factores. Como por ejemplo, la fe. La fe. La fe, al margen del técnico, de las noches de farra, de la ingenuidad de los nuevos, de la indolencia de los veteranos, de la presión mediática, del mal fario, del Barcelona, del Sevilla. Y además de la fe, la discreción del madridista. Pero no de los de última hora, sino de los MADRIDISTAS de verdad: los que no se vanaglorian ni chulean de nada, que saben aguantar estoicamente los años de sequía, que casi nunca entran al trapo de las provocaciones de los fanfarrones, que critican como el que más a los futbolistas pero se emocionande corazón cuando sonríe la suerte y se consigue un título. Como mi amigo Manuel Marlasca.
En la vida nada es fácil, todo cuesta un montón, hay que sufrir mucho. En la vida no hay que perder nunca la fe. Quizá los archimillonarios jóvenes deportistas lo entendieron hace unas semanas, cuando se asomaron al abismo del fracaso y optaron por vivir esa sensación tan antigua que es "echarle huevos" y que ahora llaman "la heroica". ¿Habrán aprendido qué significa llevar la camiseta del Madrid?.
La fe, y el hambre, siempre han movido montañas. Esta vez, el Madrid y el madridismo NOS LO MERECEMOS.
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